Jokin opina: La casa de papel

¡Huid, insensatos!

Los juegos de mesa que salen al rebufo de películas/series/videojuegos/novelas… pueden dar lugar a maravillas (Battlestar Galactica) o infamias (Alatriste), y luego está este juego de roles ocultos de La casa de papel, que consigue transmitir las mismas sensaciones que… la última temporada de la serie, que para quien se bajara a tiempo adelanto que era bastante atroz.

Por si el símil no fuera claro, adelanto que este es, sin lugar a dudas, uno de los peores juegos de mesa que haya jugado nunca y, sin lugar a dudas, el peor de todos los que he probado de roles ocultos. Tan malo es que cuando leí las reglas no daba crédito a lo que leía, y estaba convencido de haber ententido algo mal. Pero no, es tan malo como parece.

Hay dos facciones enfrentadas (atracadores y rehenes), sin que nadie sepa quién es qué (cada uno conoce su propia facción, aunque ya puestos, tanto daría que no supiera ni eso), y el objetivo es, para los atracadores llegar a una cantidad X de dinero y para los rehenes que no se llegue. Hasta aquí bien.

Para esto, tenemos cartas de roles, que se reparten en secreto al principio de la partida y se corresponden con los personajes de la serie (ojo el jugador que lleve a Denver, que se tiene que aguantar la risita) y cartas de dinero, y de sabotaje (luego hay algunas con modificadores extra, que van de -500 a +500) pero no merece la pena extenderse en ellas. 

Este reparto hará que tengas una carta de facción y una combinación de 5 cartas, que podrán ser positivas o negativas (sí, puede pasar que empieces con 5 cartas desfavorables a tu facción).

Sabes que has tocado fondo en la vida cuando reparten los personajes y te toca ser Arturo.

Mecánica de juego

El juego consta de 5 rondas, y lo primero es elegir al jefe de la banda, donde está la única frase graciosa del juego, pues el criterio es “el último que haya atracado un banco”. Una vez elegido, cada jugador elige una de sus cartas de dinero o sabotaje y la pone boca abajo frente así.

Una vez todos han hecho eso, tienen que convencer al jefe de la banda para que elija (o no) su carta, de modo que si eres atracador y has puesto una positiva te interesa que la coja, igual que si eres rehén y has puesto una de sabotaje. Pero si has puesto una contraria a tus intereses, quieres que no la elija. ¿Y por qué narices ibas a poner una carta contraria a tus intereses? Pues porque son cinco rondas y vas a tener que juga tus cinco cartas. Efectivamente, cero poder de decisión.

La cuestión es que el jefe de la banda deberá elegir su carta (que sabe cuál es) y X cartas de las que han puesto los demás jugadores (en una partida a 8 jugadores tendría que elegir la suya y otras 4), sin disponer de ningún tipo de información, más que la propia palabra de los demás jugadores. “Hola, soy un atracador y mi carta es de mucho dinero. Fuente: patata”.

Pero por si esto no fuera ya lo suficientemente absurdo, cabe señalar que los jugadores ni siquiera saben de qué tienen que convencer al jefe de la banda, puesto que no conocen su facción. Exacto, puedes ser un rehén, haber jugado un sabotaje gordo y convencido al jefe de la banda de que eres un atracador, pero como él también es atracador, tu carta se va fuera.

Una vez elegidas las cartas, se barajan, para no saber cuál ha jugado quién, y se cuenta si ha habido más de dinero o de sabotaje, calculándose la puntuación según el resultado.

Una vez hecho eso, se nombra un nuevo jefe de la banda y se sigue jugando, hasta completar las 5 rondas.

Lo único salvable: el meeple de jefe de banda.

Poderes especiales

“¡Esto es absurdo!”, grita el aplicado alumno de la cuarta fila, “¡ni siquiera podemos llamarlo juego!”. Cierto, pero ahora es cuando toca hablar de que hay dos personajes con poderes especiales que le dan chicha al juego (prometo que me ha costado aguantar la risa mientras escribía la frase), que son la Inspectora y el Profesor.

La Inspectora: En la segunda ronda, después de que se hayan jugado las cartas y el jefe de la banda haya seleccionado cuáles van dentro, todos cierran los ojos y ella, si quiere, selecciona una de las cartas que se han quedado fuera, la mira y la cambia por una carta de las que hayan sido seleccionadas. Así, a ciegas y sin saber qué es lo que ha quitado. ¿Quiere esto decir que puede añadir una carta que le perjudique y quitar una que le beneficie, sin poder evitarlo? Correcto, la vida es así de dura.

El Profesor: En la cuarta ronda, después de que todos hayan puesto las cartas, y antes de que el jefe de banda elija, todos cierran los ojos, menos el astuto Profesor, que puede mirar una carta de rol de un jugador cualquiera. ¿Y para qué le sirve esto? Uno podría pensar que para decir a los demás que la ha visto, pero obviando que no tiene absolutamente nada que lo demuestre y eso se puede convertir en un festival de jugadores proclamando “soy el Profesor, y mi mujer también es el Profesor”, esta información llega ya con el 60% de la partida jugada, así que un poco tarde. Pero eso no es lo peor, no, ya que hay una regla adicional, y es que si al final de la partida, después de contados los puntos, la Inspectora adivina quién es el Profesor, se lleva un montón de puntos, que le pueden servir para dar la vuelta a la partida.

Es decir, que los poderes especiales, lejos de ser inútiles, son directamente perjudiciales y es mejor no usarlos. Aunque, a decir verdad, lo mejor es no jugar a este despropósito, solo recomendable a gente que sea muy fan de la serie y quiera hacerse con todo el merchandising o personas que necesiten urgentemente un posavasos.

Por Jokin

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