CICLO
Por Lorea Eriz
Toda historia debe tener un comienzo, pero ¿y si el comienzo de ésta es en un lugar y tiempo indefinido y, realmente, no sabemos si empieza aquí?
Entonces, para empezar, comencemos por el principio que creemos inicio, y prosigamos con la introducción de este relato perdido en tiempo y espacio.
El bosque puede parecer terrorífico para algunos y acogedor para otros. Un lugar lleno de misterios en los que puede haber todo tipo de criaturas. La protagonista de esta historia no es como tu y yo. Puede ser parecida en rostro y torso, pero de cintura para abajo aparecerán unas fuertes y peludas patas que finalizarán en pezuñas que se clavarán fuertemente en cada pisada.
Este ser, ondeaba su cabellera castaña entre los árboles, mientras saltaba y subía montañas a una velocidad digna de un ciervo pleno de energía. . Pero, ojo. A pesar de que podía parecer parte animal, parte humano, no era ninguna de estas razas del todo. Ni se dejaba llevar por los sentimientos o el pensamiento analítico del hombre, ni por su instinto animal. Es decir, vivía. Nada más. Tan solo convivía en equilibrio con lo que le rodeaba.
Un día, mientras paseaba por su tan conocido sendero, se topó con un árbol que no había visto antes. Frondosas hojas doradas y corteza blanquecina. En una sola caricia sobre su tronco, logró percibir algo que no podía describir. Algo atrayente e indescriptible.
De este modo, día tras día, ésta visitó el extraño árbol. Le llevaba flores, dormía bajo su sombra y se acurrucada bajo su gran presencia.
La hermosa criatura comenzó a envejecer. Su antes frondoso y castaño cabello se volvía más blanco a medida que los días pasaban, y su anteriormente tan erguido porte se encorbaba cada vez más. Pero esto no evitó que visitase el árbol día tras día, hasta que estos llegaron a su fin.
Una preciosa tarde de primavera, el árbol descansaba con un cuerpo sobre sus raíces. Un cuerpo muy conocido para él. Tanta compañía, durante tanto tiempo donde no hicieron falta las palabras lo tenían emocionado. Poco a poco, la maleza y las enredaderas comenzaron a devorar el cuerpo que yacía sobre aquel precioso árbol, al mismo tiempo que unos pequeños ojos se abrían en una madriguera no muy lejos de allí.
Estiró las pezuñas pata despertarse y agitó las pequeñas orejitas para activar su sensibilidad. Un pequeño sátiro comenzaría un nuevo ciclo, un ciclo que concluirá en el árbol y volvería a comenzar en la madriguera.
El ciclo de la vida puede ser tan mágico y hermoso como el polvo de hada, pero tan cruel y directo como el caer la fruta podrida de un árbol. Todo empieza, termina y se repite.